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Quiso cambiar la violencia con arte

Gilberto Abundiz Sánchez, desaparecido desde marzo de este año y cuyo cadáver fue identificado apenas el pasado 25 de mayo en la comunidad de Nejapa, Guerrero, intentó abatir la violencia que se vive en la entidad con su arte.

«Nuestro proyecto era justo tratar de eliminar ese sistema de violencia, haciendo entender que aún se podía hacer un cambio con el arte”, refirió uno de los alumnos de los talleres que impartió en su natal Chilapa, y que pidió el anonimato para evitar represalias.

Su interés artístico lo motivó a vivir algunos años en Michoacán, mientras estudiaba la licenciatura en Artes Visuales en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH).

Maldía —como le apodaron sus cercanos, porque para Gilberto todos los días eran un “mal día”— era un estudiante ejemplar, reservado, inteligente, preciso y oportuno en sus comentarios, pero principalmente creativo, y ello, sumado a la necesidad económica, lo orillaron a impartir talleres de grabado y gráfica a las comunidades.

Detrás de su don artístico siempre llevó consigo el activismo social, pues de acuerdo con lo expresado por su alumno, “en ese momento estábamos haciendo otra labor social, que era participar con las personas de Ayotzinapa, cuando habían matado a dos de los estudiantes en la Autopista del Sol.

“Fue antes de que pasara lo de los 43 (normalistas desaparecidos), nosotros tratábamos de promover esto, que la violencia en Guerrero estaba creciendo. Ya había brotes, lo sé porque la gente no quería responder sobre este tipo de cosas, guardaban silencio”, explicó su alumno.

El activismo político, más allá de la participación en manifestaciones sociales, emanó del interés de Gilberto por llevar su conocimiento artístico a las comunidades sobre todo indígenas de Guerrero y de Michoacán.

En marzo, sin embargo, no sólo desapareció él, sino Héctor, uno de sus amigos, y su hermano menor, refiere el alumno de Maldía.

MENTE CRÍTICA

La profesora Ioulia Akhma- deeva, quizá una de las docentes de la licenciatura de Artes Visuales más cercanas a Gilberto Abundiz, reveló que uno de los ideales del joven fue llevar el arte al plano de generar conciencia en las comunidades marginadas de nuestro país.

Para la académica oriunda de Rusia, la relación con Gilberto fue de enseñanza- aprendizaje, pues “aprendí de él, yo fui su maestra, él fue mi maestro, nos platicábamos de comunidad, de música, de qué es ser maestro, de escuelas normales en México, en Guerrero particularmente.

«A veces nos encontramos con estudiantes, que es un reto, pues te pueden cuestionar, te pueden preguntar, con un pensamiento crítico muy agudo, con unas propuestas hacia la proyección social en las comunidades originalmente de donde ellos vienen”.

Akhmadeeva recordó una de las máximas obras que alcanzó a dejar Maldía, desde su punto de vista.

Se trata de un proyecto denominado Retrato de familia al cubo, exhibido en Pátzcuaro, Michoacán y en el Centro Cultural Universitario de su alma máter.

Ioulia narra que dicho proyecto consistió en colocar cubos de gran dimensión a los integrantes de una familia, los cuales podían ser intercambiables entre sí.

La académica detalló que “se trató de hacer algo que podría tener impacto, que podría despertar al público, conocer, reflexionar sobre el tema de la familia”.

Los profesores Miguel Rincón y Santiago Bucio lo definieron como “un poco reservado. No era así como muy extrovertido, era un poquito centrado en su trabajo, equilibrado, mesurado, inteligente, y bueno, sí era una persona positiva, definitivamente”.

No obstante, señalaron que fue un joven intermiten- te en sus estudios, pero no por desinterés, sino por los problemas económicos que le orillaron a buscar la manera de sostener su estancia en la capital de Michoacán.

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